Celebramos el Día Mundial del Síndrome de Down con alegría y compromiso.
El pasado 21 de marzo, nuestro colegio vivió una jornada llena de amor, respeto y aprendizaje con motivo del Día Mundial del Síndrome de Down. Como comunidad educativa cristiana, queremos ser reflejo del Evangelio, acogiendo y valorando la diversidad.
Desde primera hora de la mañana, los pasillos se llenaron de calcetines de colores desparejados, símbolo de la riqueza de nuestras diferencias. Profesores y alumnos participaron con entusiasmo en esta iniciativa, recordándonos que cada persona es única y especial.
Durante la jornada, los alumnos recibieron charlas adaptadas a cada etapa educativa sobre la importancia de la inclusión y el valor de cada persona. En las aulas, proyectamos vídeos que nos ayudaron a comprender mejor la realidad de quienes tienen síndrome de Down y cómo su alegría y esfuerzo enriquecen nuestras vidas. A través del diálogo y la reflexión, promovimos actitudes de empatía y respeto.
Uno de los momentos más emotivos fue el testimonio de familias y docentes, quienes compartieron su experiencia sobre la inclusión en el aula y en la sociedad. Sus palabras nos recordaron que la verdadera educación va más allá de los libros: implica formar corazones capaces de amar y acoger.
Como comunidad educativa cristiana, creemos en la diversidad. Cada niño, con sus talentos y desafíos, es una luz que ilumina nuestro colegio. Hoy, más que nunca, reafirmamos nuestra misión de ser constructores de una escuela y un mundo donde todos tengan un lugar.
Porque incluir no es solo aceptar, es celebrar la riqueza de cada persona. Que este mensaje de amor y unidad trascienda más allá de esta jornada y se convierta en nuestro día a día.
Esta jornada nos ha permitido vivir el amor con mayor profundidad. Como educadores, seguimos sembrando en nuestros alumnos la certeza de que en cada persona brilla esa luz que tiene dentro. Que esta celebración no quede en un solo día, sino que nos impulse a construir un mundo más justo e inclusivo cada día.