Era una amable ciudad habitada por pozos vivientes. Había pozos de todas las condiciones sociales, los pudientes tenían un brocal de mármol y piedras preciosas, los más humildes de ladrillo y cemento, y los más pobres entre los pobres apenas eran un agujero en la tierra pelada.

La comunicación era fluida y de brocal a brocal. En cierta ocasión, se corrió la voz de que lo importante eran las pertenencias que cada uno tuviese, de tal forma que se contagió la “moda” de llenar el pozo con todo tipo de objetos, cada cual según sus gustos y preferencias.

Hubo quien se llenó de libros, otros de electrodomésticos, otros de coches y todo tipo de cachivaches que caían en su interior. Cuando todo su espacio quedó completamente lleno, comenzaron a pensar cómo conseguir más espacio y llegaron a la conclusión de que ensanchándose, podrían hacer más espacio para seguir abarcando más y más objetos.

Un pozo sabio, más observador y reflexivo, cayó en la cuenta de que, en su afán desmedido por ensanchar, los pozos corrían el riesgo de confundir sus límites con el de los pozos colindantes y podrían perder su identidad, con lo cual decidió que debía crecer en profundidad, aunque para ello iría a necesitar vaciarse primero y a partir de ahí, podría ir profundizando. Tras una intensa reflexión tomó conciencia de que no tendría más remedio que vaciarse, sino le sería imposible comenzar a profundizar más. Por tanto, tomada la decisión, se puso manos a la obra, viendo como los pozos vecinos se apropiaban ansiosamente de todos los objetos que él iba desechando.

Una vez vacío, fue excavando más y más hacia su interior, hasta que llegó un día que encontró una vena de agua, limpia y fresca. La riqueza de esa agua hizo que a su alrededor se crease un paraíso de naturaleza y verdor. Otro pozo que había al otro lado de la ciudad observó el progreso y la felicidad del pozo que había creado aquel vergel y le imitó de forma firme y determinada, consiguiendo igualmente encontrar agua y sus límites florecieron proporcionando una gran armonía en su entorno.

Al cabo de un tiempo, ambos pozos quedaron maravillados al comprobar que el agua que obtenían era la misma, pues se trataba de una corriente profunda de agua limpia y cristalina, que unía ambos pozos en su interior más profundo, creándose desde entonces una corriente de comunicación y del bien entre ambos pozos, de la que sólo ellos eran conocedores.

Este es un resumen de un bello cuento extractado del libro “Cuentos para pensar” de Jorge Bucay, que está lleno de metáforas muy reveladoras, y que nos enseña cómo en la simplicidad y en el interior de cada uno están las verdaderas claves de la felicidad y cómo esa fuente de sabiduría conecta en lo más profundo a las almas más nobles, y que son un ejemplo y un testimonio para todos nosotros. Me viene a la mente ese pasaje del Evangelio en el que Jesús dice: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”. Os animo a profundizar en el interior de vosotros y hacer ese ejercicio de introspección para hallar ese manantial de sabiduría y el auténtico camino a la Luz, la Verdad y la Vida.

José Alberto González Melchor

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