Los días 10 y 17 de diciembre, dos grupos de alumnos de 2º de bachillerato, junto con algunos profesores, tuvimos la oportunidad de vivir la experiencia del voluntariado en la parroquia de Sant’Egidio, en el barrio de Malasaña (Madrid).

Antes de ir tuvimos que preparar cada uno tres bocadillos para ofrecer a los «amigos de la calle». Una vez allí los entregamos a uno de los coordinadores y entramos en la iglesia con otros grupos de jóvenes voluntarios. Primero nos explicaron en qué consistía la labor de la comunidad de Sant’Egidio, cuál iba a ser nuestro cometido y, a continuación, tuvimos una sencilla oración, en la que pedimos de manera especial por todas las personas necesitadas del mundo y por tantas otras que colaboran como voluntarios tratando de hacer un poco más digna la vida de los «amigos de la calle». 

Tras repartirnos los alimentos (bocadillos, zumos, fruta, leche, galletas), iniciamos la ruta que nos indicó una de las coordinadoras (profesora de un IES de Madrid y madre de 3 hijos).

Primero, estuvimos con un señor que se llamaba Francisco, al que tuvimos que despertar y, en cuanto nos vio, se alegró con nuestra presencia. Estuvimos un buen rato hablando con él y nos contó su experiencia. Se acercó otro señor, Milén, quien también nos habló sobre él y aún nos echamos unas risas con sus historias, nada ficticias, por cierto. Antes de dejarlos, les dimos unas bolsas de comida para ellos y otros varones más que dormían en esa misma zona (en la calle, bajo unos soportales, al calor de unos cartones y mantas viejas).

Nuestra siguiente parada fue una mujer que se declaró «ciudadana del mundo». También le dedicamos un tiempo de escucha, de conocer un poco su historia, aunque fue ella la que nos regaló con una serie de consejos para nuestra vida académica, insistiéndonos en que no nos conformásemos con ser mediocres, sino que aspirásemos a sacar lo mejor de nosotros mismos para mejorar este mundo.

Finalmente, conocimos a unos jóvenes de origen africano y portugués, respectivamente. Junto a ellos había una familia que también les llevaba comida caliente. Nos unimos a ellos y animamos esa fría noche con algunos villancicos.

Gracias a esta nueva experiencia hemos aprendido a valorar las cosas que tenemos en nuestro día a día, de las cuales no siempre nos damos cuenta. Son precisamente realidades duras como las que hemos visto las que non sacuden y nos sitúan en el mundo de la desigualdad, de la injusticia, del dolor… ¡Ojalá sigamos los consejos de nuestra amiga «ciudadana del mundo» y luchemos por erradicar la pobreza!

Si queréis conocer más sobre la labor de esta comunidad: www.santegidiomadrid.org

María Bell y Daniela Blanco (2BAC)

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